Las enfermedades cardiovasculares son uno de los principales problemas sanitarios a nivel mundial. El incremento de incidencia y prevalencia está asociado a una mayor prevalencia de factores de riesgo cardiovascular (por empeoramiento de los estilos de vida), al aumento de la esperanza de vida y a la mayor supervivencia de las cardiopatías (es decir, se sobrevive a la fase aguda, pero se mantiene una fase crónica condicionada por las secuelas y lenta progresión de la enfermedad).
El riesgo de sufrir una evento cardiovascular aumenta tras sufrir una infección respiratoria. Estos eventos comprenden:
-Cardiopatía isquémica: infarto de miocardio, angina de pecho inestable
-Insuficiencia cardiaca: a veces asociada a arritmias, infarto, o complicada con shock cardiogénico e insuficiencia respiratoria grave
-Enfermedad cerebrovascular: ictus, trombosis, hemorragia cerebral
En España, el 80% de los pacientes hospitalizados por gripe presentan algún factor de riesgo (enfermedad cardiovascular, respiratoria, obesidad, diabetes, inmunodeficiencias, etc); la afectación más frecuentemente relacionada con estas hospitalizaciones es la enfermedad cardiovascular (34%). La gripe multiplica por 9 la probabilidad de desarrollar una complicación cardiovascular y es un predictor de mortalidad. De hecho, durante la fase epidémica de la gripe se observan claros excesos de la mortalidad global, especialmente en adultos por encima de los 65 años y/o con factores de riesgo (individuos vulnerables). El riesgo de desarrollar un infarto se mantiene elevado incluso tras el periodo de exposición (fase crónica), y hasta el 6% de los infartos se relacionan con esta infección (10% durante los brotes).
A pesar del creciente arsenal terapéutico para el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares, los tratamientos tradicionales no pueden modificar el riesgo asociado a gripe. Aunque la vacunación antigripal sigue siendo la mejor manera de reducir el riesgo añadido que conlleva la gripe, las tasas de vacunación sorprendentemente bajas, incluso en los colectivos vulnerables, representan un reto significativo de salud pública al tiempo que una oportunidad de mejorar el pronóstico de enfermedades graves y potencialmente prevenibles.
Los factores de riesgo y complicaciones de la gripe son prácticamente superponibles a los de la COVID-19. Además de los esfuerzos por aumentar la capacidad del sistema sanitario para absorber la demanda asistencial que la coexistencia de estas dos enfermedades puede suponer, es posible establecer medidas adicionales que prevengan las temibles complicaciones y preserven, cuanto sea posible, la salud de las personas en riesgo.
Estas medidas pasan por:
a) Mantener los factores de riesgo de complicación lo más estables posibles: personas con hipertensión, diabetes, enfermedades pulmonares, obesidad, inmunodeficencias, enfermedades cardiovasculares, etc. Es recomendable que vigilen sus cifras, cumplan los tratamientos y mantengan un estilo de vida correcto, de forma que, si “les coge un virus”, tengan su sistema inmunitario lo más preparado posible.
b) Seguir rigurosamente las medidas de prevención para evitar contagios: lavado de manos, distancia social, no tocarse la cara, toser/estornudar en el brazo, usar pañuelos derechables. El uso de mascarilla no evita ni elude estas medidas. Se recomienda evitar aglomeraciones, actividades en grupo que puedan postponerse, afluencia en lugares cerrados.
c) Vacunación: no existe vacuna eficaz frente al coronavirus. Aunque hay estudios en marcha, no hay garantía de que se vaya a conseguir a corto plazo. Serían buenas noticias, pero hay enfermedades como el SIDA que, tras más de 30 años de investigación, aún no han dado con una vacuna eficaz. Lo que sí existe es una vacuna contra la gripe, con resultados consistentes que demuestran su capacidad de prevención de complicaciones. El pasado año, la vacunación antigripal, previno un 26% de hospitalizaciones, un 40% de admisiones en UCI y un 37% de defunciones. Además, la vacunación reduce hasta un 56% el riesgo de complicaciones cardiovasculares.
Por eso, más que nunca, es importante que la cobertura de vacunación sea máxima. Además de protegernos a nosotros, protegeremos a los que nos rodean, evitaremos el colapso sanitario y evitaremos complicaciones cardiovasculares y respiratorias que pueden tener un desenlace fatal.
En el siguiente
enlace se puede escuchar una entrevista acerca del impacto de la gripe y enfermedades cardiovasculares
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