«Todo el mundo me dice que tengo que hacer ejercicio,
que es bueno para mi salud. Pero nunca he oído a nadie
decirle a un deportista: "tienes que leer"». (José Saramago)
La lectura es una práctica que deberíamos incorporar a nuestra vida diaria como hábito. Lo mismo que cepillarnos los dientes, asearnos, hacer ejercicio o irnos a dormir. Sabemos que destinar un tiempo a esta actividad aporta probados beneficios para la salud ( «Un capítulo al día alarga la vida»).
Sin embargo, no siempre cultivamos todas las esferas de la existencia humana. Hay sujetos que se ejercitan (incluso se sobreentrenan) sin apenas leer, escribir, dedicar tiempo a la música clásica, danza o interesarse por algún ipo de actividad cultural. Se anclan por entero en lo físico, lo meramente corporal. En cambio, otros se exceden en su tiempo de inactividad y de conductas sedentarias; pueden ser muy cultos, pero han abandonado el cuidado de su cuerpo. Alcanzar el equilibrio es posible y «entrenable».
Con un título tan tentador como «De qué hablo cuando hablo de correr» (Tusquets Editores. Barcelona, 2010), Haruki Murakami nos deleita con una profunda carrera de fondo en la que comparte la experiencia de su trabajo diario. El entrenamiento de carrera es una de las herramientas que utiliza para que su obra literaria progrese, y es en el movimiento sobre el asfalto donde ordena ideas, estructura tramas e ingenia soluciones que, una vez sentado a escribir, ya no tienen que interferir entre él y su pluma.
Cualquier aficionado al «running» pensaría que este libro es uno más de esos tutoriales milagrosos para preparar una maratón en dos semanas, o que le proporcionará las claves para rendir mejor en su carrera. Nada que ver con la realidad. De hecho, son muchos los corredores que han hincado el diente a este libro y no han sido capaces de terminarlo. Posiblemente por vivir parcelados (o polarizados) en el correr, sin otros pilares claros en su vida. No llegan a empatizar con la filosofía del autor, que se autodefine como «un novelista que corre» (así enfoca el segundo capítulo).
Un dato a resaltar es que, Si bien muestra el espíritu de superación que comparten muchos fondistas/ultrafondistas, no lo hace desde la obsesión o adicción, sino desde un patrón conductual en el que vuelca su vida a los 33 años y que, junto con su faceta literaria, es lo que le lleva a alcanzar metas cada día. Los quilómetros maridan a la perfección con las páginas en las que crece lo prolijo de su obra.
Esto supone un buen mensaje para evitar ell fanatismo enfermizo que vemos en algunos sectores deportivos, así como una invitación a cualquier autor a establecer una rutina de trabajo que, idealmente, combine el equilibrio cuerpo-mente como la mejor pauta de salud y bienestar. Al mismo tiempo, puede inspirar a personas sedentaria a iniciarse en alguna actividad deportiva que consiga mejorar la gestión del tiempo y la brillantez de sus acciones, dentro y fuera de las canchas, pistas o campos de juego.
«No pienses en cronos, sino en distancias».
Puedes considerarte «un escritor que corre», «un corredor que escribe» o cualquier otra combinación posible (una bailarina que pinta, un actor que nada, un guionista que esquía, un patinador que toca el piano, un yogui que canta). La clave está en eso, en combinar, sumar, equilibrar todas nuestras capacidades en los ámbitos físico, emocional, mental de forma que ofrezcamos nuestra mejor versión. Y que con la práctica, siempre estará en movimiento, en cambio y evolución constante.
¿Nos ponemos en marcha?
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