Se acerca la Navidad y, con ella, pueden aparecer sentimientos encontrados a los que, un año más, volvemos a añadir incertidumbres relacionadas con la pandemia. Sabemos que no se ha ido y que podrían acontecer restricciones nuevas (o recurrentes) que generan interferencias en nuestras rutinas, costumbres o tradiciones. ¿Podremos reunirnos en familia para la cena de Nochebuena? ¿Cuántos comensales incluimos en la comida de Navidad? ¿Tenemos que presentar certificado de vacunación para salir en Nochevieja?
Seguimos sin tener claro si vamos a celebrar estas fiestas con los demás o dejar los encuentros familiares para un tiempo más seguro. Nos rendimos ante la fatiga social de una situación que dura ya casi dos años y que, en muchas personas, genera estrés y ansiedad.
¿Cómo podemos sobrellevar estas fechas?
Las emociones en estos tiempos son como el colesterol o el azúcar: la Navidad puede disparar descompensaciones por el tipo de productos que se consumen. Pero también hace brotar emociones que pueden afectar negativamente a personas especialmente vulnerables. No debemos desatender el aspecto emocional. Es importante adaptarse a las circunstancias y buscar soluciones que permitan vivir una Navidad física y emocionalmente saludable. Gestionar el estrés o la ansiedad depende de nosotros.
Los siguientes consejos pueden ser de ayuda:
1-Detectar qué necesidades tenemos y actuar en consecuencia.
El primer paso es plantearnos qué es lo más conveniente en esta situación. Puede que lo que de verdad nos apetezca sea pasar tiempo con personas concretas, no con toda la familia. Esto puede conllevar ventajas como tener una relación más cercana. En las grandes reuniones familiares, estamos con todos pero, a la vez, no estamos con nadie. El objetivo es saber qué nos gustaría realmente hacer para preservar nuestra salud, y así poder planteárselo a nuestros familiares.
2- Buscar alternativas a los encuentros si no vamos a poder reunirnos.
En caso de que lo que nos genere angustia o tristeza sea que este año no vamos a poder reunirnos con los demás como en otras ocasiones, no tenemos por qué encerrarnos en soledad. Podemos buscar alternativas que nos permitan disfrutar de esa compañía que nos gustaría tener, aunque sea por separado. No tenemos porqué dejar de ver a gente, de hablar con quienes queremos o de expresarles lo que sentimos por no estar físicamente juntos en esta fiesta.
Si no vamos a cenar con toda mi familia, quizá podamos dar un paseo en el campo, tomarnos un café o incluso estar en la cena, pero virtualmente.
3- No tener miedo a expresar nuestros miedos.
La incertidumbre general que ha traído consigo la pandemia puede generar bastante estrés, pero en el momento en que uno decide lo que quiere hacer, ese estrés va desapareciendo. Y si nos da miedo poder contagiarnos, decirlo es la mejor opción. Cuando hay riesgo de contagio, tenemos que saber muy bien con quien nos vamos a reunir, hablar previamente con ellos de las medidas de prevención y que haya un compromiso de antemano para cumplirlas. Pero si tenemos dudas, mejor no pasar una mala noche. Si no se acuerdan esas medidas y se respetan después, el encuentro podría resultar incómodo, además de arriesgado.
En cualquier caso, si preferimos no reunirnos, no pasa nada por decirlo. Tenemos que aprender a decir no, a declinar cosas sin dar demasiados argumentos. Basta con explicar que, aunque nos encantaría estar con todos, este año hemos decidido no ir a la cena. Eso sí, no podemos enfadarnos si el otro no lo comprende. Debemos entenderlo igualmente sin sentirnos obligados a cambiar nuestra decisión. Es necesario ser asertivos.
4- Evitar la negatividad.
La aceptación de las emociones, también de la tristeza, la angustia o la rabia, es importante para nuestra salud emocional. Y para lograrlo, debemos tener presente que esas emociones están cumpliendo una función, por eso las experimentamos. También es clave no tender al pesimismo. Pensar de forma dramática en la situación, convenciéndonos de que va a ser horrible no poder estar con mi familia estas navidades, no nos aporta nada. Ese tipo de pensamientos no son realistas ni de ayuda.
5- Aprovechar para despedirnos de los que ya no están.
Muchas familias han sufrido la pérdida de seres queridos durante la pandemia y será una Navidad sin ellos. El hecho de que en gran parte de los casos no nos hayamos podido despedir de esos familiares de la forma en que nos hubiera gustado puede hacer más complicado el duelo. Es un buen momento para hacer un pequeño homenaje o recordar de forma especial a esa persona que ya no está, centrándose en las cosas positivas que hemos compartido. Agradecer el tiempo que pasamos juntos y, aunque cueste, intentar aceptar la muerte como parte de la vida.
6.- Cuida tus hábitos de forma integral.
La práctica regular de ejercicio físico, alimentación, hidratación, respiración y descanso adecuados son otros de los pilares que no puedes olvidar. Programa (no improvises) estas actividades para evitar automatismos desencadenados desde instintos regidos por las emociones. Engullir, negar, sustituir las emociones o aplacarlas con otras coductas (tabaco, ingesta inadecuada, ejercicio compulsivo, riñas a los demás) nos aleja de vivir de forma sana. Caerás en situaciones que he denominado: tiranía emocional, sobredosis emocional, caquexia emocional, adicción emocional, entre otras. Conocer nuestras emociones es el primer paso para aceptarlas. De todo aprendemos, podemos ver esta situación tan diferente como una oportunidad de aprender, de reflexionar y de compartir con los demás de otra forma.
Ya sabes, en Navidades hay que evitar empachos y engullir sin medida.
Tanto alimentos… como emociones.
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