Mensajes del
tipo de “Antes de realizar ejercicio de forma intensa es recomendable hacerse
una prueba de esfuerzo” o “Todos deberíamos hacernos una
prueba de esfuerzo y ver que todo funciona correctamente antes de someter al
cuerpo a un esfuerzo o estrés importante” han conseguido extender la
idea de lo imprescindible que es hacerse una prueba de este tipo para hacer deporte
con seguridad.
¿Qué hay de cierto en
todo esto?
Lo primero
es diferenciar las pruebas de esfuerzo clínicas
y las deportivas.
Las pruebas de esfuerzo deportivas pueden
ser más o menos sofisticadas y se realizan con el fin de medir el rendimiento
deportivo y calcular los ritmos de competición y las intensidades de
entrenamiento. No pretenden aclarar ninguna cuestión clínica y, por lo tanto, no
pueden interpretarse como una garantía de seguridad a la hora de hacer deporte.
Las pruebas de esfuerzo clínicas (ECG de
esfuerzo con toma de presión arterial, ecocardiograma, resonancia o gammagrafía
de esfuerzo o prueba de esfuerzo con intercambio de gases), a diferencia de las
pruebas deportivas, se aplican al diagnóstico y a la valoración de riesgo y la
respuesta a los tratamientos. Dado que este tipo de test se están realizando
actualmente en varios centros (cada vez más), consideramos importante nombrar
los requisitos que debe cumplir para que llevar a cabo adecuadamente su
verdadera función:
1.- La prueba
debe estar interpretada PRESENCIALMENTE
por un médico: la valoración del registro electrocardiográfico requiere una
formación. Tenga en cuenta que en ocasiones surgen arritmias o eventos
inesperados que precisan una actuación urgente, por lo que es obligatorio que
el profesional médico esté presente en el momento de realizarla.
2.- Al igual que
el médico, destacamos el importante papel del personal sanitario auxiliar. Serán los encargados de la correcta
preparación del paciente y de la toma de las constantes vitales durante el
transcurso de la prueba. En caso de urgencia su papel es también completamente
imprescindible.
3.- La sala debe
estar dotada con el material necesario
en caso de parada cardiorrespiratoria: desfibrilador, medicación, carro de
paradas, etcétera.
4.- Siempre
debemos velar por la seguridad del
deportista, por lo que el material utilizado debe estar ajustado a sus
necesidades (tapices amplios para no tropezar, salas bien ventiladas…).
5.- La prueba
debe ser limitada por síntomas o fatiga
(salvo en caso de alguna incidencia). De esta manera buscaremos someter al
corazón a un esfuerzo, que sin ser el mismo de las condiciones de competición,
es el que mejor va a reproducir un estrés cardiológico máximo.
6.- Debe
reproducir en la medida de lo posible el gesto
habitual del deportista: es preferible que, si por ejemplo realiza
ciclismo, la prueba sea realizada en un cicloergómetro. Otras modalidades son el
escalón (step test), tapiz rodante, ergómetro de brazos, kayak-ergómetro, ergómetro de
natación, ergómetro canoa canadiense y ergómetro para esquí nórdico.
Este tipo de
pruebas nos será de gran ayuda cuando el deportista nos viene a la consulta con síntomas; en caso contrario, y
sobre todo pensando en el deportista
asintomático, la situación es algo diferente. Lo que los mensajes
populares hacen creer es que la prueba de esfuerzo permite identificar a los
individuos en riesgo por su capacidad para detectar enfermedad coronaria
asintomática u otras alteraciones. El problema es que la prueba de esfuerzo es muy poco sensible y no identifica todos los
individuos en riesgo de presentar cardiopatía isquémica (obstrucción de las
arterias que llevan sangre al corazón). Por eso creemos importante hacer dos
apartados en los que aclaramos tanto las indicaciones como las limitaciones de
este tipo de pruebas:
¿Cuáles son
las indicaciones de una PE?
-Valorar funcionalmente al deportista. Esto será
así sobre todo en el caso de que se realice una ergoespirometría.
-Valorar la
presencia de síntomas que ocurren
durante el esfuerzo (“síntomas
de alarma”). En caso de dolor en el pecho o palpitaciones durante el
esfuerzo su médico es posible que le solicite un test de esfuerzo.
-Valorar la respuesta ante determinados tratamientos
médicos como antihipertensivos o medicación frenadora.
-Valorar la evolución de determinadas enfermedades
cardiológicas.
¿Cuáles son
sus limitaciones?
-En cuanto a
la valoración funcional del deportista debemos aclarar que un test de
laboratorio no reproduce a la perfección
las condiciones en las que se suele practicar el mismo, y además, su validez
depende en gran medida de la formación específica de quien la interpreta. Estos
errores de interpretación pueden
provocar que se den datos al deportista que posteriormente usará para sus
entrenos pudiendo resultar en infra o sobreentrenamiento.
-La sensibilidad
para detectar isquemia es baja ante pacientes asintomáticos. Por eso nuestra
insistencia en no “vender” dicho test
como si se tratase de un seguro de vida (que es lo que los mensajes
populares nos hacen creer).
-Como todo
test diagnóstico, tiene sus consecuencias.
Los falsos positivos (personas que aparentemente parecen tener
enfermedad pero en realidad no la tienen) provocan ansiedad en el deportista, desentrenamiento,
toma de medicación innecesaria e
incluso en ocasiones someterse a pruebas
diagnósticas innecesarias que pueden ser invasivas.
En este
ambiente de contradicciones, pensamos que, como colectivo médico, debemos dar
las pautas precisas para la correcta valoración del deportista, sin crear falsas esperanzas con un “test de
oro” que en realidad no es tal cosa. Las pruebas que requiere cada
deportista deben ser personalizadas.
No se deben hacer recomendaciones
universales. En lo que estamos de acuerdo todos los representantes de este
grupo es en que lo realmente importante para evitar sustos, es un programa de
ejercicio físico progresivo y adaptado a la condición física de cada uno,
prestando mucha atención a los posibles síntomas y descansando siempre que haya
enfermedades agudas.
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Fuente:
Fundación Española del Corazón
Autores:
Zigor Madaria, María Sanz, Mariado Masía
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