Son
muchas las preguntas que los últimos días me hacen conocidos, me llegan al
correo y teléfono o incluso desde los medios. “Iker Casillas ha sufrido un
infarto; ¿cómo es posible?; ¿volverá a jugar?; ¿no había pasado
reconocimientos?” Más aún son las respuestas, los muchos y variados razonamientos, conjeturas, suposiciones y
asunciones con los que tratamos de justificar un hecho fortuito, agudo,
accidental y, en cierta medida, imprevisible. Porque si bien es cierto que las
posibilidades de que una persona joven, no fumadora, deportista habitual y sin
aparentes conductas de riesgo sufra un episodio así, son bajas, no son nulas.
Los
deportistas padecen esguinces, contusiones, les cosen brechas, les salen
moratones, se operan de meniscos, ligamentos y clavículas. A veces tienen
roturas de fibras o se les sube el gemelo, incluso precisan que un
fisioterapeuta les atienda un tirón en pleno campo. ¿Y no puede lesionarse el
corazón? ¡Es un (otro) músculo! Expuesto a la misma (o más) sobrecarga que esos
elementos que hemos citado del aparato locomotor. Puede uno estar sano y
"lesionarlo"; no hay culpables; son accidentes y ni siquiera podemos
atribuirlos al deporte.
Su músculo
cardiaco (miocardio) ha sufrido una falta de riego, y parece que (por lo que se
apunta desde en ruedas y notas de prensa) la causa de esa falta de riego
era que "la tubería" que lleva la sangre al músculo (arteria
coronaria) tenía algún problema. Por eso se le sometió a un cateterismo (que
introduce un catéter en la arteria) que trató esa lesión coronaria y permitió
recuperar el flujo. Poco más sabemos de “su enfermedad” (ojo, porque hay muchos
tipos de “rotura”, “esguince”, “fisura”, “disección”, “oclusión” posibles para
generar una lesión al corazón)
Pero
más allá de especulaciones que no nos llevarán a ninguna certeza, y desde el
profundo respeto que Iker, y cualquier individuo que padece una enfermedad,
merece, lo que ha llamado mi atención ha sido su actitud. Una vez más, este
grandísimo deportista y portero español, nos ha dado una lección de
deportividad. Porque la esencia del deporte se demuestra dentro y fuera del
campo; está enraizada profundamente en su actitud ante la vida y, en este caso,
incluso, ante la “amenaza” a su vida.
En
primer lugar, cuando comenzó a sentirse mal, SUPO PARAR. Este hecho es clave en
cualquier proceso cardiológico. Hay aficionados a carreras, “trails”, natación
u otros deportes que se empeñan en demostrar lo que ellos llaman
"capacidad de sufrimiento". Se encuentran mal, pero no detienen la
actividad; como si eso les hiciera mejores, más fuertes, más guapos o más altos. Nada más lejos de la realidad. Eso
sólo demora el tiempo de atención (cuanto más tiempo sin riego al miocardio,
peor pronóstico) y expone a complicaciones (arritmias, colapso, síncope y hasta
muerte súbita). Nuestro Príncipe de Asturias de los Deportes 2012 obedece a su
cuerpo y PARA cuando se lo pide. “HAY
QUE SABER PERDER, GANAR…Y PARAR”
En
segundo lugar, destacar su prudencia, templanza y
obediencia a los profesionales. Expresa la prioridad actual de RECUPERARSE;
nada más importante que la salud. Ni la liga, ni finalizar un maratón ni
cumplir una marca. Ahora tiene "una herida" (infarto) que tiene que
cicatrizar. Ha sabido prepararse a fondo para conseguir sus objetivos. No los
ha conseguido de la noche a la mañana, y entiende que “el infarto” forma parte
de un proceso. Su disposición a “entrenarse” en esta nueva forma de vida es de
lo más loable. A la readaptación que tiene por delante la denominamos
“Rehabilitación Cardiaca”. Dejemos que
avance en su proceso con el ímpetu con el que ha preparado ligas, copas, europeos y mundiales. En esta recuperación, la actividad física es, no sólo buena, sino
necesaria. ANIMO CON ESTE RE-ENTRENAMIENTO, Iker. Ese buen estado general de salud, cuidado, disciplina y
grado de entrenamiento previo ayudarán a una recuperación favorable.
Y por
último, ni objetivos, ni plazos preestablecidos. El infarto deja una cicatriz
en el corazón (miocardio), pero también en el alma. De forma súbita ha visto en
peligro muchas esferas de su vida. Mientras los corrillos preguntaban por su
futuro deportivo, él tendría las preocupaciones habituales en estas
circunstancias: hijos, mujer, padres, lugar de residencia, si le repetirá o no,
si tendrá complicaciones, cuáles serán sus secuelas (físicas,
emocionales...). La repuesta, por tanto,
a si volverá a jugar, no nos la tienen que hacer ni a los médicos, ni a los
entrenadores, ni a los preparadores, y menos a los aficionados. Será él mismo
quien decida el rumbo que en adelante toma su vida. Esa capacidad de
autogestión, autodeterminación, implicación con su salud y con su vida, se
traduce en un término muy en boga: “EMPODERAMIENTO”.
Enhorabuena,
Iker, por tus lecciones de deportividad y humildad.
Pocas
condecoraciones deportivas faltan en tu palmarés, nominaciones aparte. Pero
más que proponerte nuevamente para un “balón de Oro”, el mayor logro no tiene premio a la altura que mereces, porque nos has mostrado a todos que eres y tienes “UN CORAZÓN DE ORO”. ¡A seguir
latiendo!
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