jueves, 14 de abril de 2022

«El almidón no engaña»

El almidón no engaña. El «sin gluten», quizá.

Estamos asistiendo a una abrumadora tendencia por recomendar alimentación sin gluten en personas en las que no se ha demostrado alergia o en las que se han realizado pruebas que, lo que detectan, es una disbiosis intestinal, un aumento de producción de gases o, simplemente, un malestar digestivo que teóricamente se resuelve eliminando el gluten de la alimentación. 

Pero todo esto es, en gran medida, una distorsión o enmascaramiento del fenómeno real que subyace en la gran mayoría de las personas que caen en esta «moda» o «tendencia» a suprimir alimentos que contienen gluten. Esto no es a coste cero, sino que conlleva la introducción en su dieta (y en su cuerpo) de productos (porque ya no se les puede llamar alimentos) industriales fabricados de forma artificial en los que el gluten se sustituye por otros componentes que generan alteraciones importantes, desde carencias nutricionales hasta predisposición a desarrollo de cáncer, pasando por desórdenes hormonales y con aumento demostrado del riesgo cardiovascular. Así que, antes de caer en las redes comerciales de los «productos sin gluten» (a precio de artículo de lujo), es mejor conocer ciertas pautas que pueden estar debajo de malestares digestivos y que, sin eliminar el gluten ni poner en riesgo la salud (y el bolsillo), pueden encontrar alivio. 

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1.- La mejoría sintomática de muchas personas que eliminan el gluten es atribuible a una reducción del contenido de almidón de la dieta. Este es un carbohidrato que tarda en metabolizarse. Con el paso de los años, la producción de enzimas capaces de hidrolizarlo (romperlo en partículas que puedan absorberse desde el intestino) disminuye. Al permanecer más tiempo en el intestino, las bacterias que allí habitan (la microbiota) lo digieren y se genera gas como producto de esa digestión bacteriana. Es eso lo que causa los síntomas, no el gluten

2.- Ritmos circadianos: lo mismo que la producción de enzimas se reduce a lo largo de la vida, también existe un patrón horario para su funcionamiento, así como para la secreción de ácidos (gástricos, biliares, etc) que intervienen en la digestión. La toma de alimentos ricos en almidón al final del día es mal tolerada. No es necesario eliminar ni el almidón ni el gluten de la dieta, basta con evitar tomarlo a deshora y no hacer ingestas copiosas (crononutrición). 

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3.- Por último, a veces se administran antiácidos (inhibidores de bomba de protones, sales derivadas del aluminio, magnesio, calcio, etc.) para paliar síntomas digestivos. Estos fármacos son muy útiles en casos de hiperacidez gástrica o reflujo gastroesofágico. Pero en el caso de distensiones abdominales, alteraciones del hábito intestinal, excesiva producción de gases, la utilización de estos compuestos no hace más que entorpecer aún más los procesos digestivos ya que limita la producción de los elementos protagonistas en la metabolización de los alimentos. 


Si a pesar de cambiar estas sencillas pautas persisten molestias, existe la posibilidad de suplementar con enzimas digestivas que contribuyan a la digestión de alimentos, o bien considerar una mejoría del balance de la microbiota gracias a administración de ciertos probióticos. Esto hará que: 

a) Mejore la sintomatología digestiva y se evite el malestar que genera la lentitud de metabolización (por edad o circadiana). 

b) No se restrinja innecesariamente el aporte de alimentos que, por otra parte, son fuente importante de nutrientes. 

c) Se evite el consumo de «productos sustitutos» con nulas propiedades nutricionales y bastantes riesgos para la salud. 

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Recuerde que el gluten tiene la función de «aglutinar». Cualquier pan, magdalena, galleta, etc. sin gluten que no se deshaga sólo con tocarla, es porque tiene otros aglutinantes artificiales (a veces tóxicos) que son dañinos. El gluten, salvo para los alérgicos, no tiene ninguna contraindicación.


Para más información, ofrecemos asesoramiento personalizado con elaboración de pautas nutricionales específicas y orientación ajustada a necesidades y preferencias. Puede solicitar su consulta con nosotros

corvilud@gmail.com

673 81 55 56 / 984 10 57 57 

Del «gluten-free» al «gluten-fraud».

 https://bit.ly/GlutenFraud

sábado, 9 de abril de 2022

«La forma (física)... ¿informa?»

Dejo aquí una serie de cuestiones que me han realizado con motivo de una entrevista para la Revista Hola, que son dudas frecuentes en la población general. Espero que sean de ayuda. 


1 - ¿Qué pruebas podemos hacer en casa o al aire libre para tener una idea de cómo está nuestro corazón?

Evaluar «cómo está nuestro corazón» es una duda frecuente pero a veces compleja de responder porque no es lo mismo estar en buena forma física que tener un corazón sano. 

La forma física puede definirse como la capacidad del sistema cardiorrespiratorio para suplir del oxígeno necesario a la musculatura durante la práctica de actividad física [1]. No implica exclusivamente el funcionamiento del corazón, sino también el aparato respiratorio - que realiza el intercambio de gases - y el muscular - que es un órgano metabólicamente activo capaz de extraer nutrientes de la sangre, utilizar oxígeno y otros sustratos, almacenarlos en forma de glucógeno y generar una contracción y relajación musculares efectivas para el desarrollo de funciones motoras, entre otras.

Evaluar el estado del corazón implica conocer sus características y las diferentes funciones en las que participa. Además de su capacidad de contracción (inotropismo) y relajación (lusitropismo), es un órgano dotado de batmotropismo (excitable ante determinados estímulos), cronotropismo (capaz de generar sus propios impulsos), dromotropismo (conduce los estímulos nerviosos a través de una red neuronal propia). Por otro lado, la estructura del corazón es compleja y comporta un sistema muscular, vascular (arterias coronarias), valvular y nervioso. La alteración de cualquiera de ellos puede comprometer el estado del corazón. 

Sin embargo, no siempre existe una correlación entre alteración del corazón y estado de forma física. Es decir, un individuo puede tener buena forma física y tener una enfermedad cardiaca subclínica o latente. Por ello, no hay una prueba fiable al aire libre que nos permita descartar una enfermedad del corazón. 

2- ¿Sirve el test de las escaleras?

Recientemente se ha publicado un estudio en el que se propone el test de las escaleras como forma de evaluación de la capacidad funcional [2]. Deben hacerse una serie de consideraciones en relación a la interpretación de este estudio: 

a) Se trata de una serie de casos, no es un ensayo clínico controlado. Por lo tanto, la evidencia clínica es baja. 

b) No está evaluando población general, sino un grupo de individuos remitidos a realización de prueba de esfuerzo por sospecha clínica fundada en síntomas (dolor torácico, disnea, etc), enfermedad cardiaca estructural o sospecha de enfermedad coronaria por otros motivos. Es decir, la prueba se realiza como complemento a otra información, sin capacidad en sí misma de confirmar o descartar hallazgos. 

c) La prueba de esfuerzo realizada en los 165 sujetos que se incluyen en esta serie fue mediante ecocardiograma de esfuerzo en el 91% de los casos, sólo un 9% realizó la prueba sin ecocardiograma (la prueba de esfuerzo popularmente conocida es la que valora el electrocardiograma, diferente a la que se lleva a cabo en esta serie). 

d) Los parámetros obtenidos de la prueba de esfuerzo (fundamentalmente ecocardiográfica) se compararon con el tiempo en subir cuatro tramos de escaleras (60 escalones). Se estimó que las personas capaces de subir 60 escalones en 60 segundos o menos tenían una buena forma física medida por los equivalentes metabólicos (METS) estimados a partir de los datos de la prueba de esfuerzo. Sin embargo, esta estimación es indirecta, ya que la medición exacta de METS se debe realizar mediante una prueba diferente llamada ergoespirometría (que evalúa consumo de oxígeno). 

Por tanto, el test de las escaleras NO ha sido demostrado para la evaluación de la forma física en la población general. Es cierto que, cuanto menos tiempo se emplee en ello, mejor es la forma física. Pero sin confiarse, porque: 

.- no hay un tiempo estándar de referencia (que deberá ser adecuado a cada grupo de edad, sexo, y otras características). 

.- aunque se emplee poco tiempo, puede haber una enfermedad subyacente: un tercio de los individuos del grupo considerado en buena forma física mostró alteraciones cardiovasculares en la prueba. 

3 - ¿Qué consideraciones debemos tener respecto a este tipo de pruebas?

Las conclusiones de este estudio son válidas pero bien delimitadas: 

.- Los individuos con un perfil de riesgo concreto (edad media 66 años, con una moderada carga de factores de riesgo o cardiopatía estructural y sospecha clínica de enfermedad cardiovascular) capaces de subir 4 tramos de escaleras (60 escalones) un minuto o menos, presentan un buen estado de forma física. 

.- La capacidad de cumplir este ejercicio en el tiempo delimitado no implica ausencia de enfermedad cardiovascular (que no se evalúa por METS, sino por otra serie de hallazgos). De hecho, el 32% de los individuos que consiguieron subir escaleras en menos de 60 segundos presentaron alteraciones de los parámetros de la prueba. 


4 - ¿Cuándo debemos sospechar que podemos tener un problema de corazón?

La valoración de riesgo cardiovascular es uno de los campos más importantes y desarrollados del ámbito de la cardiología. Recientemente se han publicado las últimas actualizaciones de guías de práctica clínica de riesgo vascular y rehabilitación cardiaca. En ellas, se reitera la necesidad de estratificar el riesgo según una serie de parámetros epidemiológicos (edad, sexo, raza, incluso nivel socioeconómico), clínicos (presencia de factores de riesgo cardiovascular con puntos de corte definidos: hipertensión arterial, diabetes mellitus, hipercolesterolemia, tabaquismo, inactividad física, etc), familiares, etc. En esa estratificación, NO se considera de entrada que nadie esté libre de riesgo. De hecho, se ha pasado de hablar de población "sana" a "aparentemente sana". En función del resultado de esa valoración inicial, se puede aproximar el nivel de riesgo, o bien considerar que es tan alto que es necesario añadir exploraciones que confirmen/descarten una enfermedad estructural (del músculo, de las válvulas, de las arterias) o eléctrica (arritmias). El abanico de pruebas posibles es mucho más amplio que la prueba de esfuerzo: puede que no haga falta ninguna, o que se indiquen procedimientos complejos (cateterismo coronario, estudio electrofisiológico, cardiorresonancia, ect). 

Es decir, lo primero para valorar la presencia de un problema de corazón es ponerse en manos de un especialista capaz de: 

a) determinar nuestro riesgo y orientar la actitud a seguir para reducirlo o controlarlo o bien 

b) indicar pruebas que descarten o confirmen la sospecha (que el médico tenga) de una enfermedad. 


Con independencia de lo anterior, es necesario preservar unos hábitos de vida saludables (alimentación - nutrición, hidratación -, actividad física, descanso, respiración, evitar consumo de alcohol, tabaco, otros tóxicos, gestión sana de emociones), tratar de evitar ambientes de elevada polución ambiental y escuchar el lenguaje del cuerpo (dolor en el pecho, falta de aire desproporcionada con la actividad, sensación de mareo o pérdida de conocimiento, palpitaciones) - no los pulsómetros - para saber cuándo pedir ayuda. 

https://bit.ly/EnFormaCorazon


REFERENCIAS: 


[1] Ross R, Blair SN, Arena R, et al. Importance of assessing cardiorespiratory fitness in clinical practice: a case for fitness as a clinical vital sign: a scientific statement from the American Heart Association. Circulation 2016;134:e653–99.


[2] Peteiro J, Bouzas-Mosquera A.Time to climb 4 flights of stairs provides relevant information on exercise testing performance and results. Rev Esp Cardiol. 2021;74(4):354-355

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