En un pueblo remoto, en un
duro invierno, llovió tanto que el pueblo se inundó. El agua cubría los escalones
de la iglesia cuando pasó un barco:
- Padre Tobías, véngase
con nosotros, - dijeron los del barco.
- No hermanos, no hace
falta. Soy un hombre de Dios y he dedicado mi vida a su servicio. Estoy seguro
que él no permitirá que me ahogue. - Respondió el sacerdote.
El bote se fue y el agua
siguió subiendo.
Pasó otro barquito.
- Padre Tobías, véngase
con nosotros”, dijeron los del barco.
El cura volvió a negarse.
“No hermanos, no hace falta. Soy un hombre de fe, y Dios no permitirá que me
ahogue.”
Los visitantes se marcharon,
y la inundación siguió su curso.
El agua iba por la mitad
de la torre, y el padre estaba en la punta del campanario.
Apareció un tercer
barquito:
- Somos los últimos,
padre. Será mejor que venga con nosotros.
Pero el sacerdote volvió a
hacer profesión de la fe en la providencia divina y se quedó. La lancha se alejó,
el agua siguió subiendo, y el cura se ahogó.
Entonces, el alma del
sacerdote, mojada y enfurecida, acudió a todo correr a las puertas del más
allá.
Y le dijo al arcángel:
- ¡Yo soy el padre Tobías.
Soy un hombre de Dios, estoy seguro de que él no me ha abandonado, y sin
embargo me he ahogado. ¡Quiero saber quién es el responsable de este error!
- Permítame que consulte
los libros, - contestó el arcángel. - Mire, aquí pone, que le hemos enviado tres
barquitos.
Este cuento
subraya la necesidad de pasar a la acción en los asuntos que nos afectan y no confiar
en que alguien o la providencia nos solucionen los problemas. También nos ayuda
a reconocer y hacer uso de los recursos que tenemos disponibles.
Extraído del libro: Costa, M. y López, E. (2008) Educación para la salud. Guía practica para promover estilos de vida saludables. Ed: Pirámide: Madrid.
Extraído del libro: Costa, M. y López, E. (2008) Educación para la salud. Guía practica para promover estilos de vida saludables. Ed: Pirámide: Madrid.
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