Viktor Frankl se dio cuenta de que una diferencia fundamental entre quienes sobrevivían y los que no en los campos de concentración era la esperanza. Ésta dependía, en gran medida, del horizonte vital. Cuando los prisioneros tenían un motivo trascendente (personas que amaban, que deseaban reencontrar, o un ser superior que daba sentido a sus sufrimientos, otorgaban un sentido a su situación. El campo de concentración representaba sólo una «existencia provisional».
La «existencia provisional» nos destapa una herramienta que permite convertir el sufrimiento en esperanza: el amor.
A través de la historia de dos gemelas, os animo a que transforméis vuestras «existencias provisionales» (malas rachas, enfermedades, duelos, separaciones, etc.) en esperanza a través del amor.
Érase una vez un embarazo. Dos gemelas, Aye y Eya, vivían en un útero pequeño y oscuro. De las paredes colgaban frondosas enredaderas que, en conjunto, se conocían como «placenta». Las gemelas estaban atadas a la placenta por un cordón. Cierto día, Aye le preguntó a Eya:
– ¿Tú crees en la vida después del parto?
– Claro que sí – respondió Eya –. Tiene que haber algo después del parto. Yo creo que aquí sólo estamos preparándonos para lo que vendrá más tarde.
– No digas tonterías, Eya. No hay vida después del parto. ¿Qué clase de vida sería?
– No lo sé – dudó Eya por unos instantes –. Pero habrá más luz que aquí. Podríamos, quizá, desplazarnos con nuestras piernas y comer con nuestras bocas. Incluso tener sentidos o percepciones sensoriales que ahora no podemos ni imaginarnos.
– Eso es absurdo – sentenció Aye. Caminar es algo impensable. ¿Y comer con la boca? ¡Ridículo! ¿Ves este cordón? – añadió señalando su cordón umbilical –. Esta tubería nos nutre y nos da todo lo demás que necesitamos. Pero es demasiado corta para salir más allá de estas cuatro paredes. La vida después del parto es imposible.
– Bueno, yo pienso que hay algo más – insistió Eya –. Puede que sea diferente de lo de aquí. A lo mejor este tubo físico, en el otro mundo, no sea necesario.
– Menuda chifladura, Eya – replicó Aye con desdén –. ¿No te das cuenta? Si hubiera vida después del parto, ¿por qué nadie ha regresado nunca del otro lado? El parto es el fin de la vida y en el posparto no hay nada más que oscuridad, silencio y olvido. Acepta nuestro destino de vida. El parto es el fin.
– Bueno, yo no sé con certeza qué hay, ni cómo será – admitió Eya –. Lo que es seguro, es que vamos a encontrarnos con Mamá. Ella nos cuidará.
– ¡Mamá! – gritó Aye casi ofendida – ¿Tú realmente crees en Mamá? Eso es ridículo. Si Mamá existe, entonces, ¿dime dónde está ahora? Aquí no hay nadie más que tú y yo. Esta es la realidad. Anda, cógete a ese cordón y vete a tu rincón. ¿Dejarás de ser tan ingenua algún día?
– Mamá está alrededor nuestro. Estamos cercadas por ella. De ella, nosotras somos. Es en ella que vivimos. Sin Mamá, este mundo no sería y no podría existir.
Eya abandonó, con renuencia, la conversación, pero la inquietud le pudo y volvió a dirigirse a su hermana:
– Aye, por favor, escucha, no rechaces mi idea – imploró Eya–. De alguna forma, pienso que esas constantes presiones que sentimos las dos, esos movimientos que a veces nos hacen sentir tan incómodas, esa continua recolocación y ese estrechamiento del entorno que parece producirse a medida que crecemos, nos prepara para un lugar de luz deslumbrante, y lo experimentaremos muy pronto.
– Ahora sí que te has vuelto completamente loca – replicó Aye –. Lo único que has conocido es la oscuridad. Nunca has visto luz. ¿Cómo puedes llegar a tener semejante idea? Esos movimientos y presiones que sientes son tu realidad. Eres un ser individual e independiente. Este es tu viaje. La oscuridad, las presiones y una sensación de estrechamiento a tu alrededor constituyen la totalidad de la vida. Tendrás que luchar contra eso mientras vivas. Ahora, aférrate a tu cordón y, por favor, estate quieta.
Eya se intentó relajar durante un rato, pero no pudo más y volvió a rebatir los argumentos de su hermana.
– Aye, tengo una cosa más que decir. Luego, no volveré a molestarte. ¿Sabes? A veces, cuando estamos en silencio, si te concentras y escuchas con atención puedes percibir su presencia y escuchar su voz amorosa. Mamá nos habla, desde alguna parte. Mamá lo es todo.
Hace tiempo que no leia una cosa tan real.
ResponderEliminarAl final llegamos a ese sitio que tambien es el principio.
Si, otro principio. Vivamos cualquier sufrimiento con la esperanza de que alcanzaremos la LUZ.
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ResponderEliminarHace tiempo que no leia una cosa tan verdad...
Al final volvemos al punto de partida.....PADRE...MADRE...EL SER!
EliminarSeguir trabajando en busca de la luz
Me alegro que le guste. Es una manera de explicar que todo sufrimiento es algo provisional y que está «subyacente» al auténtico sentido de nuestra existencia: el AMOR.
EliminarHola guapa. Soy Paula de yoga. Al final no hemos hablado. Bajare a las 7:20 a los porches para salir a mover un poco el cuerpo, algo sencillo que yo no estoy acostumbrada. A ver si lo lees!!
ResponderEliminarPerfecto, yo estoy vieja así que será sencillo y bonito compartirlo, del yoguing al jogging!!! Om shanti
EliminarPerfecto, yo estoy vieja así que será sencillo y bonito compartirlo, del yoguing al jogging!!! Om shanti
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