El almidón no engaña. El «sin gluten», quizá.
Estamos asistiendo a una abrumadora tendencia por recomendar alimentación sin gluten en personas en las que no se ha demostrado alergia o en las que se han realizado pruebas que, lo que detectan, es una disbiosis intestinal, un aumento de producción de gases o, simplemente, un malestar digestivo que teóricamente se resuelve eliminando el gluten de la alimentación.
Pero todo esto es, en gran medida, una distorsión o enmascaramiento del fenómeno real que subyace en la gran mayoría de las personas que caen en esta «moda» o «tendencia» a suprimir alimentos que contienen gluten. Esto no es a coste cero, sino que conlleva la introducción en su dieta (y en su cuerpo) de productos (porque ya no se les puede llamar alimentos) industriales fabricados de forma artificial en los que el gluten se sustituye por otros componentes que generan alteraciones importantes, desde carencias nutricionales hasta predisposición a desarrollo de cáncer, pasando por desórdenes hormonales y con aumento demostrado del riesgo cardiovascular. Así que, antes de caer en las redes comerciales de los «productos sin gluten» (a precio de artículo de lujo), es mejor conocer ciertas pautas que pueden estar debajo de malestares digestivos y que, sin eliminar el gluten ni poner en riesgo la salud (y el bolsillo), pueden encontrar alivio.
1.- La mejoría sintomática de muchas personas que eliminan el gluten es atribuible a una reducción del contenido de almidón de la dieta. Este es un carbohidrato que tarda en metabolizarse. Con el paso de los años, la producción de enzimas capaces de hidrolizarlo (romperlo en partículas que puedan absorberse desde el intestino) disminuye. Al permanecer más tiempo en el intestino, las bacterias que allí habitan (la microbiota) lo digieren y se genera gas como producto de esa digestión bacteriana. Es eso lo que causa los síntomas, no el gluten.
2.- Ritmos circadianos: lo mismo que la producción de enzimas se reduce a lo largo de la vida, también existe un patrón horario para su funcionamiento, así como para la secreción de ácidos (gástricos, biliares, etc) que intervienen en la digestión. La toma de alimentos ricos en almidón al final del día es mal tolerada. No es necesario eliminar ni el almidón ni el gluten de la dieta, basta con evitar tomarlo a deshora y no hacer ingestas copiosas (crononutrición).
3.- Por último, a veces se administran antiácidos (inhibidores de bomba de protones, sales derivadas del aluminio, magnesio, calcio, etc.) para paliar síntomas digestivos. Estos fármacos son muy útiles en casos de hiperacidez gástrica o reflujo gastroesofágico. Pero en el caso de distensiones abdominales, alteraciones del hábito intestinal, excesiva producción de gases, la utilización de estos compuestos no hace más que entorpecer aún más los procesos digestivos ya que limita la producción de los elementos protagonistas en la metabolización de los alimentos.
Si a pesar de cambiar estas sencillas pautas persisten molestias, existe la posibilidad de suplementar con enzimas digestivas que contribuyan a la digestión de alimentos, o bien considerar una mejoría del balance de la microbiota gracias a administración de ciertos probióticos. Esto hará que:
a) Mejore la sintomatología digestiva y se evite el malestar que genera la lentitud de metabolización (por edad o circadiana).
b) No se restrinja innecesariamente el aporte de alimentos que, por otra parte, son fuente importante de nutrientes.
c) Se evite el consumo de «productos sustitutos» con nulas propiedades nutricionales y bastantes riesgos para la salud.
Para más información, ofrecemos asesoramiento personalizado con elaboración de pautas nutricionales específicas y orientación ajustada a necesidades y preferencias. Puede solicitar su consulta con nosotros:
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Del «gluten-free» al «gluten-fraud».
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