miércoles, 11 de julio de 2018

El WhatsApp "Según un Estudio"


Vivimos en el mundo de la inmediatez, poco conscientes de la verdadera prioridad de las cosas, de lo que debe importar o no. Somos vulnerables a estímulos y juicios externos, a modas transitorias, a tornados de emociones efímeras que no hacen más que alterar nuestra cordura y tentarnos al desequilibrio, prisa, locura.


Ahora cuaja bien la tendencia a decir eso de “un estudio demuestra que…..”, así que presento mi propio estudio. Como los grandes hallazgos, ha sido un hecho fortuito, que no le quita mérito y hace reflexionar sobre nuestro día a día.

Se trata de esa fiebre del “WhatsApp”, definida como una aplicación de mensajería para teléfonos inteligentes, que envía y recibe mensajes mediante Internet, complementando servicios de mensajería instantánea, servicio de mensajes cortos o sistema de mensajería multimedia. Además de utilizar el modo texto, los usuarios de la libreta de contacto pueden crear grupos y enviarse mutuamente imágenes, vídeos y grabaciones de audio. 

¿Increíble, no? ¿Y para qué quiero yo eso? En mi caso, lo tengo muy claro, es una herramienta básica y no puede sustiruir a la comunicación. Menos aún, ocupar mi tiempo o asumir esa aparente obligación a contestar a todo; y hacerlo YA. Y si lo consigues en 5 mensajes, más ruidoso y oloroso. De eso nada. Yo no formo parte de grupos masivos que compartan “memes”.  Tengo instruidos a mis contactos de que no contesto mientras trabajo y que, para urgencias o si no doy señales de vida, prefiero una llamada. Es decir, en teoría, yo debería de recibir un mínimo número de mensajes y soy “un sesgo” respecto a la población general.
Pero un día cualquiera, en una mañana de trabajo de esas que, como de costumbre, y por trabajar cara al público, evito la dependencia del Whatsapp.
Cuando finaliza mi jornada de trabajo, me encuentro con la abrumadora, escandalosa, vergonzosa cifra de 111 mensajes procedentes de 13 chats.

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En ese momento, ni siquiera los miro. Ha sido una jornada agotadora, y lo que quiero (y merezco) es arrancar tranquilamente mi coche, que he quedado para comer y se me hace tarde. Si no me han llamado, mucha urgencia no traerían, ¿verdad?. Aparco  absolutamente inmune a esa pantalla de móvil que te dice: “tienes mensajes, tienes mensajes”; y sigue vibrando de vez en cuando, sin que eso consiga perturbar ese rato entre amigos, esa sobremesa, esas sonrisas y miradas frente a frente. Si tienen tanta prisa, ¿por qué no me llaman? No es que tenga respeto por dislocarme el pulgar respondiendo o entrar en estatus epiléptico por tanta activación neuronal de luces, beeps, fotos, audios. 

¡No me apetece mandar mi tiempo y mi vida por wi-fi”!

Para resumir la calidad de esa cantidad de mensajes, puedo agrupar los mensajes en:
a) Apropiados (13): familia o amigos cercanos con mensajes informativos/de recordatorio (7), avisos que no precisaban contestación (4) y, en dos casos, mensajes importantes que se acompañaron de llamadas pertinentes.
b) Parcialmente apropiados (20): mensajes en grupos de chat por motivos organizativos de alguna actividad en grupo/organización de equipo. Sólo serían realmente “apropiados” si, en caso de urgencia, se vinculan a llamada. Pero por mucho poner “Amelia, ¿estás ahí?” o similares, no se consigue que me suba a la red. En fin, "tolerables".
c) Inapropiados (78): mensajes como “necesito verte ya” (sin seguirse de llamada), “hola”-“¿qué es de tu vida?”-“¿no estarás de guardia por casualidad?” (mi vida no es algo que pueda contarte con la instantaneidad para la que se diseñó esta aplicación), fotos, memes, hilos absurdos de chats. Cabe destacar, que muchos de estos hilos acaban generando un bucle de malentendidos que genera más mensajes rectificatorios, a cuál más desafortunado e insulso.

En definitiva, con mi análisis (“una mañana cualquiera”), se puede concluir que:
-La cantidad de mensajes enviados y recibidos a través de WhatsApp excede el límite lógico para una comunicación eficaz (no es asumible ni permite una respuesta inmediata).
-Sólo el 11,7% de los mensajes pueden calificarse como “apropiados”.
-El 70% de la información enviada a través de WhatsApp es absolutamente prescindible, y puede ser calificada como “ruido” o “disruptor”.

En fin, espero que, a partir de ahora, te pienses un par de veces la necesidad de enviar ese mensaje o, por el contrario, si la alternativa de una llamada telefónica o un diálogo presencial no puede ser igual de inmediata, pero más cálida, sencilla y cordial. 

1 comentario:

  1. La validación de Whatsapps para ser utilizados como prueba en juicios se realiza mediante herramientas especializadas de informática forense como Cellebrite Ufed Touch 2, certificando el contenido de los mensajes y todos los detalles de la comunicación (fechas, interlocutores y dispositivos).

    Es muy importante disponer de un perito whatsapp experto que realice un análisis sólido y bien sustentado ratificando que no ha existido manipulación y que sirva de referencia para jueces y abogados.

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