martes, 15 de diciembre de 2020

El árbol de navidad

Al abrir la puerta de la biblioteca sentí el contraste del frío de la calle con el calor, no sólo de la calefacción, sino del abrigo que supone para nuestros sueños y emociones el olor a libros antiguos. Son vigías silenciosos que llenan estantes y cajones desde hace décadas. Sólo quería devolver un préstamo; mi siguiente libro es un regalo que acabo de comprarme y que pasará a mi humilde colección personal cuando haya recorrido sus caminos y me haya perdido en sus misterios. Mientras el librero escaneaba códigos ordenaba virtualmente los ejemplares que habían ocupado mis últimas semanas, mi atención quedó atrapada en una esquina del piso. La que ocupaba el árbol de navidad. Me cautivó la belleza de los libros apilados en torno un tronco de pino, aunque fuera artificial. En ese momento, pasaron por mi cabeza las imágenes de árboles en flor, bajo la lluvia, con las hojas secas y con las ramas vacías. Versiones diversas de un ser que puede servirnos de modelo ante la vida. Los árboles mantienen sus troncos firmes ante la adversidad del clima; sostienen nidos de aves y doblan sus ramas bajo el peso de frutos que nos sirven de sustento. Las aves emigran, los frutos se caen para ser recogidos o echar raíces de otros árboles. Nos arrimamos ellos para protegernos de la lluvia o resguardarnos en su sombra. ¿Cuál es su recompensa? ¿Ser combustible en nuestras chimeneas? ¿Celulosa para nuestras libretas? ¿Quién llora su pérdida en incendios? ¿Acaso nos duele el tronco ante la tala masiva y la deforestación humana? 

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Pero ahí está, dando sentido a la esquina que me mantiene absorta en el bosque de mis pensamientos. Me alegra sentir que los árboles han permitido que autores de todos los lugares y épocas hayan plasmado sus historias en hojas de papel. Que sus emociones, pasiones, hipótesis o conspiraciones puedan trascender en el espacio y tiempo a través de los libros. 
Llega la diciembre, el frío, la época en que troncos y ramas desnudos resisten temporales y pandemias. Siempre acaba floreciendo la vida. Una nueva vida, que es lo que significa “navidad”. Y veo el tributo de todos esos autores, sus líneas y mensajes a través de miles de páginas que, hoy, en esa esquina, devuelven al árbol lo que él les cedió. Es bonito. Las hojas que se les arrancó, devueltas en forma de mensajes que perdudarán, tan perennes como su tronco, a lo largo de los años. 

Ojalá algún día yo pueda ser como el árbol, que mi esfuerzo diario sirva de ejemplo, amparo y cobijo de otros sin que me afecten temporales y pandemias. 

Seguiré aprendiendo de los mensajes encerrados en libros 
que mantienen viva la savia de su tronco y ramas 
al tiempo que vuelven sabia su frondosa copa. 

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Feliz Navidad
Por una nueva vida llena de esperanza e ilusión. 

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