La práctica regular de actividad física/ejercicio/deporte es beneficiosa para la salud en todas sus esferas. Reduce el riesgo de padecer gran número de enfermedades, mejora la función cognitiva, fortalece el aparato locomotor (reduce ritmo de pérdida de masa ósea) y favorece una calidad del sueño adecuada, entre otras muchas bondades. Por otro lado, puede ser un medio fabuloso de socialización o divertimento y contribuye a gestionar situaciones de estrés. Sin embargo, cuando el deseo y compromiso para ejercitarse se vuelven obsesivos, compulsivos o adictivos, las consecuencias desfavorables superan los potenciales beneficios.
¿Qué es la adicción al ejercicio?
La adicción al ejercicio se ha descrito como un patrón comportamental mórbido en el cual el individuo que hace ejercicio pierde el control sobre sus hábitos y actúa de forma compulsiva, muestra dependencia y experimenta resultados negativos sobre su salud y su ámbito profesional y social. Es una acepción relativamente nueva, que no ha sido incluida aún en el Manual de Diagnóstico de los Desórdenes Mentales (DSM), y las investigaciones consideran diferentes términos a la hora de llevar a cabo un estudio: «adicción al ejercicio», «dependencia del ejercicio», «ejercicio obligatorio», «abuso del ejercicio», «ejercicio compulsivo».
Con independencia del término que se acuñe para su descripción, muestra una serie de características definitorias que implican un patrón de conducta de adicción y/o exceso que tiene como resultado consecuencias adversas. La persona que lo padece puede ser consciente del impacto negativo de su actividad, pero continuará ejercitándose de todos modos.
Muestra las características de toda adicción, que incluyen:
Tolerancia: volumen creciente de ejercicio necesario para conseguir el efecto deseado (efecto placentero, sensación de logro).
Abstinencia: en ausencia de ejercicio, la persona experimenta efectos negativos (ansiedad, irritabilidad, inquietud, problemas de sueño).
Pérdida de control: incapacidad e intentos fallidos de cese o reducción del nivel de ejercicio, aunque sea de forma temporal.
Efectos intencionales: la persona es incapaz de ceñirse a un esquema de entrenamiento. Se excede de forma constante la duración/intensidad destinada a un plan de ejercicio.
Tiempo: empleo de gran cantidad de tiempo en preparación, desarrollo y recuperación del ejercicio.
Reducción de otras actividades: como resultado directo del ejercicio, actividades de la esfera social, laboral y/o recreacional se ven reducidas o incluso interrumpidas.
Continuación: el sujeto con adicción continúa ejercitándose a pesar de ser consciente de que esta actividad supone un trastorno o exacerba alteraciones en el plano físico, psicológico y/o crea problemas interpersonales.
Fases del desarrollo de la adicción
La mayoría de los adultos se benefician del inicio y mantenimiento de practicar actividad física de forma regular. No todos los individuos que se ejercitan desarrollan adicción al ejercicio, por lo que es importante conocer los factores de riesgo, signos de alarma y características que hacen conveniente buscar ayuda profesional.
Se estima que existe un 3% de individuos con adicción al ejercicio en la población general. Este porcentaje se incrementa con el nivel de competición y en grupos concretos (hasta el 42%) como deportistas de élite, personas que practican carreras de fondo/ultrafondo (i.e. maratón) y estudiantes de ciencias del deporte o de la salud.
El desarrollo de adicción al ejercicio suele atravesar una serie de fases desde su inicio hasta que se convierte en una clara amenaza para la salud física y mental.
Fase 1 - Ejercicio recreacional: de forma inicial, la persona suele estar motivada a realizar ejercicio porque quiere mejorar su salud y forma física, o simplemente porque encuentra placentero ejercitarse de forma regular. Durante esta fase, se disfruta del ejercicio y se percibe una mejoría de la calidad de vida. Aunque el individuo se adhiera de forma firme al plan de ejercicio, no hay consecuencias negativas si un día se pierde un entrenamiento, por ejemplo.
Fase 2 - Ejercicio de riesgo: en la segunda fase, la persona se vuelve en «riesgo de adicción al ejercicio». Existe un incremento en la frecuencia e intensidad de los entrenamientos. La motivación inicial para ejercitarse sufre un giro, del disfrute a la liberación de estrés y disforia, o para mejorar la autoestima mediante el intento de modificar la apariencia corporal. De esta forma, el ejercicio es fundamentalmente una vía para lidiar con experiencias o sentimientos de disconfort.
Fase 3 - Ejercicio problemático: los problemas comienzan a emerger en esta tercera fase. La persona organiza su vida diaria en torno al régimen de ejercicio, que se vuelve crecientemente rígido en su patrón de ejecución. Si la elección del ejercicio solía implicar una actividad social (por ejemplo, correr en grupo), el sujeto opta por añadir entrenamiento por su cuenta. Pueden aparecer cambios de humor e irritabilidad si la rutina de ejercicio se ve interrumpida o si tiene que limitar su práctica por una lesión.
A pesar de la lesión, buscará otras formas de ejercicio para alcanzar sus necesidades. Por ejemplo, si se tuerce un tobillo corriendo, pasará a hacer pesas o bien otra forma de compensar la actividad hasta que retome la carrera.
Fase 4 - Adicción al ejercicio: en esta fase, todo gira alrededor del ejercicio. Continúa el incremento de frecuencia e intensidad de los entrenamientos, que causa disrupción completa del resto de esferas vitales. Más que la búsqueda del disfrute de la práctica de ejercicio, el objetivo prioritario es evitar los síntomas de abstinencia que aparecen cuando no se realiza la actividad. Las conductas que el sujeto desarrolla para poder conseguir este fin pueden ser desmesuradas, violentas, irracionales incluso peligrosas (amenazas que puede llegar a cumplir).
1.- Factores de riesgo:
Algunos de los factores de riesgo que pueden predecir la probabilidad de que una persona desarrolle esta adicción son biológicos (por ejemplo, predisposición genética) o psicológicos. Los factores psicológicos incluyen compañías/influencias negativas o tóxicas, abuso de drogas por los progenitores, baja autoestima, delincuencia juvenil, o baja adaptación social (no son capaces de adaptar sus conductas y creencias para encajar un un grupo).
Sentimiento de culpabilidad o ansiedad cuando no se realiza ejercicio.
Ejercitarse incluso cuando no es conveniente o perturba la actividad diaria.
Quitar tiempo a otras ocupaciones diarias por la necesidad de ejercitarse.
El ejercicio ya no consigue disfrute o diversión.
Necesidad de practicar ejercicio incluso en presencia de lesiones o cuando se está enfermo.
Evitación/elusión de actividades laborales, académicas o sociales para realizar ejercicio.
El individuo adicto al ejercicio busca conversación en este campo, incluso llegando a juntarse con otras personas que hablen de los mismos temas. Es frecuente que polarice su conducta a cualquier tendencia que esté relacionada con la práctica de ejercicio. Esto incluye adopción de patrones de alimentación (ayuno intermitente, dieta cetogénica, dieta paleo, restricciones dietéticas, veganismo, etc.), utilización de complementos/suplementos (a veces comercializados en los propios centros deportivos, que pueden depender de estrategias de venta piramidal, patrocinios o incentivos), obsesión por monitorizar su actividad (física, alimentación, ritmo cardiaco, peso, etc) mediante dispositivos («wearables», pulseras de actividad). Estas conductas son el gancho que utilizan muchas empresas para canalizar sus ventas, con mensajes persuasivos, a veces incluso falsos o fraudulentos.
3.- Otras condiciones asociadas:
Es frecuente que la adición al ejercicio se acompañe de condiciones, entre ellas:
Trastornos de la conducta alimentaria
Trastornos de la percepción de la imagen corporal
Perfeccionismo
Neuroticismo
Narcisismo
Rasgos obsesivo compulsivos
Adicción a sustancias (nicotina, alcohol, cafeína y otras drogas, incluidas algunas para aumento de rendimiento, complementos o productos comerciales enfocados a deportistas)
No hay comentarios:
Publicar un comentario