Siempre defenderemos el ejercicio como un elemento armonizador de los mecanismos implicados en el adecuado funcionamiento del organismo. La homeostasis, equilibrio o balance entre componentes inflamatorio-antinflmatorio, protrombótico-antitrombótico, vasocontricción-vasodilatación, inmunomodulación (inmunodepresión-autoinmunidad), mejora el metabolismo hidrocarbonado, lipídico, cinética del hierro, y muchas más acciones.
Recientemente se han actualizado las recomendaciones de la OMS en actividad física y se han publicado las primeras guías europeas de Cardiología del deporte y ejercicio en pacientes con enfermedad cardiovascular.
Los beneficios que establece la OMS en sus directrices incluyen:
- La actividad física tiene importantes beneficios para la salud del corazón, el cuerpo y la mente.
- La actividad física contribuye a la prevención y gestión de enfermedades no transmisibles, como las enfermedades cardiovasculares, el cáncer y la diabetes.
- La actividad física reduce los síntomas de la depresión y la ansiedad.
- La actividad física mejora las habilidades de razonamiento, aprendizaje y juicio.
- La actividad física asegura el crecimiento y el desarrollo saludable de los jóvenes.
- La actividad física mejora el bienestar general.
- A nivel mundial, 1 de cada 4 adultos no alcanza los niveles de actividad física recomendados.
- Se podrían evitar hasta 5 millones de fallecimientos al año con un mayor nivel de actividad física de la población mundial.
- Las personas con un nivel insuficiente de actividad física tienen un riesgo de muerte entre un 20% y un 30% mayor en comparación con las personas que alcanzan un nivel suficiente de actividad física.
- Más del 80% de los adolescentes del mundo tienen un nivel insuficiente de actividad física
El ejercicio es, sin duda, la mejor «vacuna» contra las consecuencias adversas del sedentarismo. Una población activa sería una población con mayor cantidad y calidad de salud (bienestar), no sólo a nivel cardiovascular sino global. Además, se evitan los efectos secundarios se la toma de medicación. La combinación de ejercicio físico («cada movimiento cuenta», según la OMS) con alimentación adecuada, no fumar, gestión del estrés, serían la mejor herramienta de promoción de la salud. Su integración en etapas precoces de la vida es la mejor estrategia de gestión de salud.
En concreto, centrados en el escenario cardiovascular, podemos recurrir a las recomendaciones europeas mencionadas, que recomiendan prescribir ejercicio físico en todas las edades y situaciones clínicas, separando en las estrategias y programas:
a) Personas con factores de riesgo cardiovascular: con intención de prevención de enfermedad (prevención primaria). Atañe a personas con obesidad, diabetes, hipertensión arterial, por ejemplo.
b) Personas con enfermedades cardiovasculares: en las que resulta una prescripción dentro del tratamiento y manejo de la propia enfermedad (mejora síntomas, enlencece la evolución, mejora su pronóstico, permite reducir tratamiento farmacológico). Hace reseñas específicas para diferentes tipos de pacientes: arritmias, enfermedades valvulares, miocardiopatías, insuficiencia cardiaca, cardiopatía isquémica (angina de pecho, infarto de miocardio), cardiopatías congénitas, canalopatías, etc.
c) Personas con enfermedades no cardiovasculares: trasplantados renales, pacientes oncológicos, lesión medular, enfermedad vascular periférica
d) Otras situaciones clínicas: altitud, medio acuático, frío/calor extremo, embarazo, pacientes portadores de dispositivos (marcapasos, desfibriladores) , postoperados de válvulas o aorta.
En todas las situaciones se priorizan los beneficios clínicos frente a los riesgos, y siempre se intentará adaptar el programa de ejercicio a la condición del individuo.
Puedes ampliar datos en esta entrevista concedida para Medscape:
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