Cuidado con los falsos mitos.
Esos mensajes de «sin azúcares», «sin lactosa», «sin azúcares añadidos», «sin gluten», «zero», «light», etc., son titulares persuasivos para comercializar compuestos sintéticos. No son «alimentos», son productos sometidos a una transformación en la que se elimina un componente y/o se sustituye uno de los elementos por otro (con el previo procesamiento artificial). Por ejemplo, si hablan de «sin azúcares añadidos», lo habitual es utilizar un mecanismo de edulcoración en el que el azúcar simple (glucosa) se sustituye por otro que no se llame así y que, además, no se declara en la etiqueta nutricional. Esta alteración consigue un producto más duradero, palatable, adictivo y de bajo coste económico. El coste es para nuestra salud. Uno de los elementos que introducen con frecuencia es el «jarabe de maíz de alto contenido en fructosa» o similares.
El consumo de estos productos no ha demostrado eficacia y seguridad a largo plazo (como se exigiría para otro tipo de compuestos o medicamentos que se administran al organismo). Podemos considerar sus consecuencias como «efectos secundarios» (no deja de ser una transformación sintética y articifcial, aunque sea comestible) que pueden llegar a poner en riesgo la salud. Entre otras alteraciones, son un atentado contra la microbiota digestiva. De la disbiosis resultante de su consumo, por diferentes mecanismos, se llega a generar un potencial arritmogénico importante. Personas con corazón estructuralmente padecen arritmias debidas a una sustancia nociva que no es obligatorio declarar en el etiquetado de alimentos. ¿Qué os parece?
Este es sólo uno de los ejemplos que amenazan esa cultura de «la vida SIN». Cuando ya habíamos superado la época de las enfermedades carenciales (la gente sufría escorbuto, raquitismo, beri-beri, desnutrición), la sociedad enferma por sus propios excesos: lo que sobra o es inútil para nuestras células (esos comestibles comerciales) se acumula y lleva a enfermedades crónicas degenerativas: obesidad, hipertensión, diabetes, y sus consecuencias cardiovasculares, cerebrovasculares, neurológicas, inmunitarias.
Recomendaciones para evitar caer en falsas (a veces fraudulentas) tendencias:
.- Huir de modas y productos con promesas sobre supuestos beneficios en salud.
.- Dar preferencia a alimentos frescos y de temporada.
.- La etiqueta más saludable para un alimento es la que no existe. Una manzana, pescado comprado en la pescadería, la barra de pan recién hecha del obrador (o en casa)... Son productos apenas sin intermediarios. Y de los productos que precisan un envasado, elegir aquellos que tienen menos mensajes propagandísticos. Un paquete de arroz o de garbanzos no está lleno de titulares sobre sus propiedades beneficiosas. Una bolsa de pan de molde (por muy integral, con semillas, con fibra, etc, que nos quieran colocar), sin embargo, sí.
.- Establecer un equilibrio global de todos los pilares que integran un estilo de vida saludable: alimentación, respiración, actividad física, descanso, pensamiento positivo.
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