Con frecuencia me preguntan acerca de las características y preparación de eventos deportivos de larga, muy larga, ultradistancia, y otros "temibles" términos. Como médico, no puedo prohibir nada, pero sí voy a dar unas nociones de lo que pasa en el corazón a quienes llevan a cabo este tipo de actividades.
Los corredores
de larga distancia efectúan programas de entrenamiento de gran volumen e
intensidad de trabajo durante largos periodos de tiempo. Esto es una norma
esencial para habituarse a competiciones
que duran más de 2 horas y que se llevan a cabo en condiciones atmosféricas
potencialmente adversas (humedad, viento, frío, etc.)
Durante esta actividad, el corazón es el protagonista
de coordinar y mantener el equilibrio entre aporte de sangre, consumo de
oxígeno en los tejidos y eliminación de metabolitos residuales durante las
horas que dura el ejercicio.
En los corredores de larga distancia entrenados, se
observa una pérdida progresiva de la
capacidad física a partir de las 2 horas,
y que es una consecuencia de una compleja combinación de factores metabólicos,
energéticos, deshidratación y psicológicos.
Algunos de los fenómenos cardiológicos observados en
estas situaciones son idénticos a los producidos por patologías
cardiovasculares, con la única diferencia de que la causa de los mismos es
externa al organismo y, por tanto, transitoria (desaparece al eliminar la
causa), siempre que no se excedan los límites fisiológicos. Por ejemplo, se
produce un aumento de actividad catabólica de fibras musculares en el corazón:
la pérdida de células musculares cardiacas (miocardiocitos) tiene las mismas
características que las originadas por un infarto de miocardio.
Si se superan los límites
fisiológicos, se entra en una situación conocida como fatiga, que precede al agotamiento
y al que se otorga el papel de mecanismo
protector que impide el agotamiento total de reservas del organismo.
Por lo tanto, todo atleta que lleve a cabo
entrenamiento o competición de larga distancia debe estar alerta a la
identificación de los síntomas de fatiga. Estos han de servir como “una alarma”
que nos avisa de una previsible descompensación
Algunos de los elementos de este mecanismo de fatiga son:
1.-Disminución de la capacidad de trabajo
2.-Empeoramiento en la ejecución y precisión técnica
3.-Disminución de los parámetros de fuerza.
4.-Aumento de frecuencia cardiaca para una determinada
carga
5.-Enlentecimiento en la recuperación de la frecuencia
cardiaca postesfuerzo
6.-Frecuencia cardiaca basal más rápida
RECOMENDACIONES
GENERALES:
1.-Entrenamiento adaptado. El
entrenamiento no se basará exclusivamente en la resistencia, sino que se
combinará con otras cualidades físicas (fuerza, velocidad, flexibilidad,
coordinación)
2.-Importancia de una nutrición adecuada para prevenir lesiones.
3.-Equilibrio
entre entrenamiento y recuperación: la carga de entrenamiento y su
recuperación deben considerarse como una unidad en la búsqueda de la mejora de
la función y el rendimiento. Los procesos de adaptación cardiovascular tienen
lugar fundamentalmente durante la fase de recuperación (mínimo un día a la
semana de descanso). Es en ese momento cuando se reponen las fuentes de energía
consumidas e incluso se produce un restablecimiento superior al nivel de
partida (supercompensación)
4.-Saber parar.
La presencia de síntomas de alarma debe alertarnos sobre el riesgo de
agotamiento y, en consecuencia, es necesario detener la actividad,
independientemente de la consecución o no de los objetivos que nos habíamos
pautado.
Estos síntomas pueden ser percibidos por uno mismo, o
puede que alguno de nuestros compañeros de carrera los presente. En ese caso,
debemos colaborar con él y asegurar su salud antes que nuestro propio éxito en
la carrera.
Recuerda: lo importante es participar
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