Ha
llegado el verano y, con él, las vacaciones. No encuentro mejor forma de reflexionar
que dejaros un cuento que he modificado de la autora Silvia García. Merece la pena leerlo,
contarlo, compartirlo y meditarlo. Lo catalogan para niños mayores de 4 años….y yo incluyo
en la recomendación a cualquier adulto sin límite de edad.
Alberto
tenía la habitación empapelada de todo tipo de catálogos de juguetes,
videojuegos, móviles y ordenadores. Una vez a la semana le pedía una recompensa
a su madre por cualquier cosa que él considerara buena conducta: aprobar un
examen, poner la mesa, limpiar su habitación, hacer su cama o volver a la hora
del parque. Era algo que llevaba haciendo desde los 8 años y que, ahora que tenía
diez, se había convertido un poco en una rutina. En el fondo, tenía tantas cosas
que ya no sabía qué regalos pedir y por eso siempre acumulaba catálogos. Para
saber qué elegir.
Sus
padres que pensaban que era bueno para Alberto el motivarlo con muchas cosas
pero ya no sabían cómo sorprenderlo. Le envolvían los videojuegos con papel
brillante, le hacían bizcochos de fresa para merendar los viernes mientras
abría su recompensa, pero veían que nada hacía que Alberto estuviera feliz.
Cuando
llegó el verano, su tía Ana decidió que podía ser buena idea que Alberto la
acompañara unos días a su casa de la playa. Los padres de Alberto accedieron y
al niño le pareció bien, pero tenía dudas de cómo se sentiría en un lugar donde
no tuviera todas sus cosas.
- ¿Y
cómo voy a pasármelo bien, tía Ana, si apenas llevo una cuarta parte de mis
cosas?
-
Descubrirás cosas nuevas que te gusten. Ya verás que bien te lo vas a pasar
conmigo.
- ¿Y
cómo voy a escoger lo que me gusta si no lo puedo ver antes en ningún catálogo?
-
Créeme, no necesitas ningún catálogo.
Un
verano sin juguetes. Alberto miró a su tía extrañado. Si no hay nada mejor en el
mundo que escoger y poder tenerlo inmediatamente. ¿Qué sorpresa sería nueva
para él?
Al
pasar una semana, en el coche de vuelta a la ciudad, Alberto le dijo a su tía:
- Tía,
muchas gracias por todo. He disfrutado mucho con los helados que nos tomamos en
la playa, me lo he pasado genial jugando con nuevos amigos que he conocido, he practicado deportes que no conocía y cada día hemos hecho cosas diferentes en la playa:
un día la cometa, otro día un cuento, otro día escribir nuestros nombres con
conchas…. Gracias por haberme hecho tan feliz este verano.
Su tía
Ana le contestó:
- Me
alegro, Alberto, de que hayas conocido las cosas de la vida que no se pueden
comprar.
Ahora que habéis leído el cuento, os animo a replantear vuestras actividades y os deseo un muy feliz verano
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